En algún lugar de nuestra memoria, como si se tratara de un mal sueño, permanece la imagen de aquel niñito con nombre Aylan, acostado en la orilla de la playa, tan sólo, acunado por las olas del mar.
Esa imagen, es nuestro reflejo, es el reflejo de una sociedad global, que te deja solo, a tu suerte, que en el caso de las personas refugiadas-migrantes no es mucha.